Éste, como cada domingo, me armé de mi equipo fotográfico para realizar una sesión de fotos de boda.
Todavía no era consciente de lo que aquel enlace nupcial me haría aprender y disfrutar.
La boda tuvo lugar en Murcia, ciudad de origen de la novia. El novio, aunque también de la región de Murcia, es natural de Mula, uno de sus pueblos.
Nada más llegar al lugar de la boda, acudí inmediatamente a reunirme con los novios, Julia y Pablo, dos maravillosas personas que me esperaban dentro de la iglesia, todavía sin los invitados y sin sus trajes nupciales.
Julia, la preciosa novia, comenzó a aportarme algunas de las ideas que ella tenía sobre como podría llevarse a cabo la sesión de fotos en la boda. Para mi sorpresa, la novia tenía unas increíbles habilidades innatas para este tipo de sesiones fotográficas.
Deleitado por su creatividad, imaginación y entusiasmo, comencé a preparar mi equipo para empezar mi sesión de fotos preboda (no en el técnico sentido en que nosotros los fotógrafos le damos a «sesión fotográfica preboda», el cual se realiza unos días antes del enlace).
En la iglesia, Iglesia Catedral de la Santa María, preciosa catedral murciana, mientras yo tomaba algunas fotos de la misma, y de los ivitados que poco a poco iban llegando a la boda y ocupando sus respectivos asientos en la catedral, los novios se vestían con sus trajes de boda y se acicalaban para el evento.
La ceremonia fue preciosa y emotiva, el más importante factor para el más excelente resultado: unas maravillosas y únicas fotos de boda.
Terminada la misma, comenzamos con la sesión fotográfica de los novios con sus familiares y amigos, por separado y juntos. Personalmente, éste fue uno de los momentos más especiales y divertidos de todo el reportaje fotográfico durante el enlace.
Puedo decir que fue una experiencia única, en un ambiente mágico, repleto de amor y afecto, el cual quedé orgullosísimo de haber inmortalizado.